Hemos salido como siempre en estos últimos días: los tres. Yo, un tanto incómodo porque la presencia de una amiga entre nosotros inhibe mis manifestaciones románticas; por ahora, no encuentro la forma de cambiar eso.
Se desata una lluvia y no queda más remedio que terminar el día. Llamo un taxi y quiero embarcar a la amiga para irnos por nuestra cuenta. «¡Que no! ¡Que mejor acompañe a Azul! ¡Que estamos a dos pasos de su departamento! ¡Que ella, estando más lejos, toma el taxi!». La discusión comienza a tomar otro giro. No quiero que la cosa se agrave, cierro la boca y asiento. Sube al taxi y parte. Azul no sabe qué decir, balbucea que me vaya nomás, que ella camina, que son dos calles.
—No —digo—, te voy a acompañar y me vas a invitar un vino con queso para quitarme la bronca.
Sonríe y comenzamos a caminar pegados a la pared, tratando de cubrirnos de la lluvia.
En total son cinco calles; llegamos mojados. Ya en el departamento, me quito el abrigo, lo sacudo y lo acerco al calentador. Azul me alcanza una botella de vino y me pide que lo descorche mientras sirve pan y un pedazo de queso que pica con un cuchillo. Se quita las botas y los calcetines mojados; me quedo mirando sus pies, sus pies... bonitos. Se acurruca en el sillón y me pide una copa.
—Me pregunta si quiero cantar.
—Le digo: cantemos.
Va por la guitarra, vuelve, bebemos, cantamos: «La place Rouge était vide / Devant moi marchait Nathalie / Il avait un joli nom, mon guide / Nathalie. La place Rouge était blanche / La neige faisait un tapis / Et je suivais par ce froid, dimanche / Nathalie...». Hablamos, comemos pan, queso, reímos y me digo: «¡Por Dios… qué hermosa!».
Al terminar el vino, pregunto:
—¿Me voy o voy por más?
—¡Vamos! —dice ella.
Se siente frío. Regresamos con dos botellas y una pizza; abrazados. Cierro la puerta con el pie. Como no suelto el abrazo, me mira, nos miramos. Después del beso, aprieto los ojos como queriendo, al abrirlos, despertar de un sueño; pero no, el sueño continúa hasta el otro día.
A la mañana siguiente, avergonzados, prometemos no volver a vernos. Ella no saldrá más con nosotros y yo no la buscaré.
Buenos Aires, invierno, año de la cabra de tierra