recibir el saludo de la mesa de trabajo y el abrazo de mi cama;
algunas veces: el barullo de niños, fiestas y riñas ajenas;
otras: el café solitario y la silla vecina siempre vacía.
Así discurría...
Pero irrumpiste, despertaste mi vida
y al irte: dejaste tu sombra a mi lado.
Mi sonrisa cotidiana ha desaparecido
porque hace mucho que no me sentía tan solo.
2018
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