Llega un día en el que hay que botar esos papeles olvidados en un cajón del escritorio; ocupan espacio. Pero algunos se resisten, y con razón. Confidentes silenciosos, conjuraron mil demonios y aliviaron mi entonces espíritu atormentado.
En plena temporada estival, esperando la combi, refunfuño: ¡Qué calor! Un niño, a mi lado, replica: Y Dios hizo el sol para que hubiera más sombra. Le miro fija e inquisitorialmente. El niño: ¡Internet!