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Llega un día en el que hay que botar esos papeles olvidados en un cajón del escritorio, ocupan espacio. Pero algunos se resisten, y con razón. Confidentes silenciosos conjuraron mil demonios y aliviaron mi, entonces, espíritu atormentado.

sábado, 26 de octubre de 2024

Un día estival del 2016


Esperando la combi, refunfuño: ¡Qué calor!
Un niño me replica: Y Dios hizo el sol para que hubiera más sombra.

Le miro fija e inquisitorialmente.
El niño: ¡Internet!

martes, 3 de septiembre de 2024

¡Gracias, gracias, gracias!

Habiendo llegado a este punto de la vida, liadas ya las valijas, evoco con gratitud el camino recorrido; en él, a mis grandes maestros: los errores, las faltas y los fracasos que me hicieron mejor; la generosa amistad de unos y las lecciones de otros.

En particular, recuerdo a mi padre y su empecinamiento en hacer de mi una buena persona. Parecía que eso era lo único que le importaba. Claro que le hubiera gustado que siguiera una carrera liberal, pero nunca me hizo un reclamo las veces que dejé estudios a medias o sin ejercer los concluidos. Cuando finalmente me vio actuar en una plaza pública comunicó a la familia «no se va a morir de hambre».

Y, cómo no, a su inseparable hermano, mi tío Pedro, que allá por los años sesenta me dio mi primera lección de pedagogía y mimo. Yendo de un extremo a otro de una habitación, mientras me repasaba una tarea, hizo como que se le salió un zapato y siguió caminando: «vas a olvidar mis palabras, pero esto no». Así fue, de ese día sólo recuerdo eso, que mientras caminaba se le salió el zapato. Ahora me pregunto si habría leído aquello de Confucio: «me lo contaron y lo olvidé; lo vi y lo entendí; lo hice y lo aprendí». Él era el deportista de la familia, pelotero empedernido; el artista: dibujante, pintor, músico; siempre con una guitarra a mano; bohemio impenitente. Cuando nos encontrábamos en alguna fiesta me llamaba a su lado porque según decía «un Arcos sólo bebe con otro Arcos».

lunes, 27 de marzo de 2023

Noticia de ultramar

Salgo del correo central de Madrid con una carta en la mano, contento, me ha escrito. Rompo el sobre y saco un papel, lo despliego; una persona se acerca, se inclina y recoge un anillo que, sin darme cuenta, cayó del sobre, y me lo entrega: la alianza que le di antes de partir. Agradezco y comienzo un paseo que dura todo el día, no quiero detenerme. Llega la noche y vuelvo al hotel.

Me resisto a pensar y no puedo dormir; opto por repasar mentalmente lo que debo cantar al día siguiente y es peor, en la cabeza sólo me da vueltas una estrofa: de rosas y yerba buena le he de llenar el balcón a la chica morena por la que sueña mi corazón…

Madrid, julio de 1990

lunes, 14 de junio de 2021

En el cine

Voy al cine,
Llego a la taquilla,
compro la entrada.
Extiendo la mano y no encuentro la de mi padre.
Me vuelvo, 
tampoco la de un hijo.
Hoy nadie me lleva por golosinas.
Sentado en una butaca,
no veo la película
sólo mi soledad.

viernes, 6 de julio de 2018

Para ti

Estaba acostumbrado a llegar a casa, 
recibir el saludo de la mesa de trabajo y el abrazo de mi cama; 
algunas veces: el barullo de niños, fiestas y riñas ajenas; 
otras: el café solitario y la silla vecina siempre vacía. 

Así discurría...

Pero irrumpiste, despertaste mi vida
y al irte: dejaste tu sombra a mi lado. 
Mi sonrisa cotidiana ha desaparecido 
porque hace mucho que no me sentía tan solo.

2018

viernes, 14 de septiembre de 2012

Emoticón

Frecuentábamos el mismo lugar por las mismas razones. Desde el principio tuve que esforzarme para que no me delatara una mirada, una sonrisa, una atención.

Un día dejé de verla sola. Paseaba complacida de la compañía de un galán. Yo, seguía esforzándome porque no me delatara una mirada…

Pero un día que me dirijo a ella y le digo señora… Inclina ligeramente la cabeza, juega con sus cabellos, esboza una leve sonrisa y me informa que es soltera. El corazón me da un vuelco y me parece descubrir una insinuación en su mirada. Entonces me digo que son cosas mías, que me estoy engañando, que veo las cosas mal.

De pronto, en la empresa, una orden de gerencia nos pone en el mismo departamento. Como es habitual, en estos casos, por el trabajo, intercambiamos números telefónicos.

Una noche, me envía un mensaje de saludo que contesto con un emoticón: una flor. En ese momento quedó abierta la aventura, al sueño, a la ilusión. ¿Cuánto futuro tiene? No me importa.


Lima, otoño del 2012