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Llega un día en el que hay que botar esos papeles olvidados en un cajón del escritorio; ocupan espacio. Pero algunos se resisten, y con razón. Confidentes silenciosos, conjuraron mil demonios y aliviaron mi entonces espíritu atormentado.

martes, 22 de abril de 2025

De lo leído...

Frente a un estante de libros, la certeza melancólica de no poder leerlos todos me invade. Sin embargo, una vaga indeterminación sosiega mi inquietud. Recuerdo brevemente lo poco que he leído y, con vacilación, me abandono a la indecisión: ¿de qué me ha servido hasta ahora?

Reflexiono sobre esto mientras una canción habla del amor, un tema tan antiguo como la humanidad, pero que nunca se expresa igual: ni en melodía, ni en poema, ni en tratado científico. Y así seguirá, cada voz desde su vivencia, su alegría o su pena. La misma idea, abordada con distintos enfoques: algunos con más "autoridad", otros con mayor convicción, pero siempre con vehemencia.

Seguiremos escribiendo, pues, sobre los mismos temas, y persistirá nuestro deseo de leer la perspectiva ajena.

Mientras tanto, frente al estante, una punzada de curiosidad me asalta. ¿Cuál de todos debería leer sin falta? Imposible saberlo sin haberlos devorado todos. Entonces, una idea surge: ¿qué lecturas me alegran haber conocido? Y así, comienzo a recordar:
  • El Arte de la Guerra, de Tzun Su: vencer sin luchar, la guerra se basa en el engaño.
  • El Tao Te King, de Lao Tse: aforismos para reflexionar. El camino que conduce al conocimiento intuitivo de algo y a una vida tranquila y pacífica.
  • Los Cinco Anillos, de Musashi Miyamoto: saber cómo se gana: definir el objetivo, ordenar los recursos apropiadamente y hacer las cosas en el momento preciso.
  • Don Quijote De La Mancha, de Miguel De Cervantes Saavedra: aventuras de un hidalgo cincuentón que, acompañado por Sancho Panza (el idealismo y el pragmatismo), confunde la realidad con la fantasía.
  • La Riqueza De Las Naciones, de Adam Smith: analiza cómo la división del trabajo, el libre mercado y la competencia, dentro de un marco legal adecuado, son los motores principales de la creación de riqueza y la prosperidad económica de una nación.
  • Madame Bovary, de Gustave Flaubert: la vida provinciana francesa. Crítica mordaz a la burguesía de la época, al romanticismo exacerbado y a las expectativas irreales. El deseo, la insatisfacción, el adulterio, la ilusión versus la realidad y las consecuencias de vivir por encima de las posibilidades.
  • Crimen Y Castigo, de Fedor Dostoyevski: temas universales como la moralidad, el libre albedrío, el sufrimiento, la culpa, el castigo y la posibilidad de la redención a través del sufrimiento y el amor, así como una exploración atemporal de la naturaleza humana.
  • El Hombre mediocre, de José Ingenieros: profunda reflexión sobre la importancia de cultivar la individualidad, la creatividad y los ideales para el progreso personal y social, alertando sobre el peligro de la mediocridad como un freno para la evolución de la humanidad.
  • Poesía Completa, de César Vallejo: las palabras y el silencio. Una sensibilidad poética radicalmente original.
  • Un mundo feliz, de Aldous Huxley: una sociedad distópica futurista donde la estabilidad social y la "felicidad" se logran a expensas de la libertad, la individualidad, la emoción genuina y la verdad. Los seres humanos son producidos en masa y condicionados genética y psicológicamente desde antes del nacimiento para pertenecer a una casta específica.
  • La Importancia De Vivir, de Lin Yutang: filosofía de la simplicidad: cómo vivir; y sobre todo, cómo vivir bien.
  • Camino De Servidumbre, de Friedrich Hayek: defensa apasionada de la libertad individual y una crítica rigurosa de la planificación económica centralizada, argumentando que la búsqueda de la igualdad material a través del control estatal conduce paradójicamente a la pérdida de la libertad y a la servidumbre.
  • 1984, de George Orwell: en un futuro distópico donde un estado totalitario omnipresente ejerce un control absoluto sobre cada aspecto de la vida individual y colectiva, un hombre se rebela contra el sistema en busca de libertad y verdad, solo para ser brutalmente reprimido y obligado a amar al opresor.
  • La Sociedad Abierta Y Sus Enemigos, de Karl Popper: apasionada defensa de una sociedad basada en la razón crítica, la libertad individual y la tolerancia, y una advertencia contra las ideologías que pretenden poseer la verdad absoluta y que, en nombre de utopías futuras, sacrifican la libertad en el presente.
  • El hombre rebelde, de Albert Camus: sobre la naturaleza de la rebelión y su relación con el absurdo de la existencia humana. Qué sucede cuando el individuo decide no rendirse ante ese absurdo, sino rebelarse contra él, encuentra en la rebelión un camino para afirmar su humanidad y establecer valores solidarios. Además, Camus, examina cómo, a lo largo de la historia, la rebelión ha oscilado entre la afirmación de la libertad y la dignidad, y la tentación de caer en el totalitarismo y el crimen justificado por ideologías.
  • Rayuela, de Julio Cortazar: cuando estudiaba en Argentina, mis compañeros me preguntaron si en Perú teníamos APA (Asociación Psicoanalítica Argentina, o algo así). Conversando con los que conocía, descubrí que muchos asistían a sesiones de psicoanálisis o estudiaban psicología o teatro; yo, por si acaso, estudiaba mimo (perdón, salió mal el chiste). El asunto es que no me extrañó que Rayuela tratara sobre la búsqueda existencial y metafísica del sentido de la vida, el conocimiento y la identidad, explorando las contradicciones y los absurdos de la existencia humana. Y menos, que se resistiera a una única interpretación ofreciendo dos posibles órdenes de lectura: una lineal y otra que salta entre capítulos de manera no secuencial, invitando a construir la propia versión de la historia.
  • Cien Años De Soledad, de Gabriel García Márquez: fundación, florecimiento y decadencia de Macondo. La historia de los Buendía: sus complejas relaciones familiares, marcadas por el incesto, la ambición y una profunda soledad que parece ser la condena inherente de los Buendía.
  • Archipiélago Gulag, de Alexander Solzhenitsyn: testimonio de prisioneros que revelan la brutalidad y la vasta escala del sistema de campos de trabajos forzados soviéticos (el "Gulag") bajo el régimen estalinista. La injusticia, la inhumanidad y la destrucción de vidas que caracterizaron este oscuro período de la historia.
  • Conversación En La Catedral, de Mario Vargas Llosa: "¿En qué momento se había jodido el Perú?" A partir de este interrogante, explora la corrupción, la decadencia moral y la opresión que impregnaron la sociedad peruana durante la dictadura del general Manuel A. Odría (1948-1956). Una época marcada por la pérdida de valores y la dificultad de escapar de un sistema corrupto.
  • El Tao Del Amor Y El Sexo, de Jolan Chang: la importancia de la sexualidad para la salud.
  • La guerra del fin del mundo, de Mario Vargas Llosa: las complejas motivaciones, las ideologías enfrentadas, la brutalidad de la guerra y el trágico destino de un pueblo que buscaba un mundo diferente.
  • La Insoportable Levedad Del Ser, de Milan Kundera: la naturaleza efímera y a menudo contradictoria de la existencia humana. La levedad de las relaciones sin compromiso, el peso del amor y la fidelidad; la levedad de la libertad constante, el peso de un compromiso significativo.
  • Brevísima Historia Del Tiempo, de Stephen Hawking: el universo: ¿Tuvo un principio? ¿Tendrá un final? ¿Cuáles son las leyes fundamentales que lo gobiernan? La naturaleza del espacio y el tiempo, la expansión del universo, los agujeros negros, el Big Bang y la búsqueda de una teoría unificada que lo explique todo.
  • La Fatal Arrogancia, de Friedrich Hayek: sostiene que la creencia en la capacidad de la razón humana para diseñar conscientemente un orden social y económico superior es una arrogancia peligrosa que ignora la complejidad del mundo real y el papel fundamental del conocimiento tácito y las instituciones evolucionadas. Defiende la superioridad del orden espontáneo del mercado libre como un sistema capaz de generar prosperidad y preservar la libertad individual, en contraste con los resultados negativos de la planificación centralizada.
  • El Maestro Ignorante, de Jacques Rancière: todos poseemos la misma inteligencia y la clave para el aprendizaje no reside en la transmisión del conocimiento por parte de un experto, sino en la voluntad de aprender y en el ejercicio de nuestra propia capacidad intelectual.
¿He leído otros libros? Sí, claro. Por ejemplo: El Capital, de Karl; Mi Lucha, de Adolf; La doctrina del fascismo, de Benito; y algo de Nietzsche, Yourcenar. Sin embargo, mi lectura ha sido principalmente sobre teoría y práctica teatral, además de un tanto no insignificante de poesía, ciencia y filosofía, e incluso matemáticas. Todos fueron faros que iluminaron mis pasos por paisajes y mundos que desconocía. Más que páginas inertes, fueron maestros pacientes que expandieron mi horizonte, sembrando las semillas del entendimiento en mi razón y nutriendo la tierra de mi curiosidad. Me revelaron nuevas formas de ver el mundo, una transformación imborrable que enriqueció mi existencia de manera incalculable y me sirvió para reafirmar los conceptos que finalmente comparto con los que se exponen en esta lista.

Como de bien nacido es ser agradecido, gracias por ser mucho más que páginas y tinta: maestros pacientes, compañeros de viaje incansables.

sábado, 26 de octubre de 2024

Un día estival del 2016


En plena temporada estival, esperando la combi, refunfuño: ¡Qué calor!
Un niño, a mi lado, replica: Y Dios hizo el sol para que hubiera más sombra.
Le miro fija e inquisitorialmente.
El niño: ¡Internet!

martes, 3 de septiembre de 2024

¡Gracias!

Habiendo llegado a este punto de la vida, liadas ya las valijas, evoco con gratitud el camino recorrido; en él, a mis grandes maestros: los errores, las faltas y los fracasos que me hicieron mejor; la generosa amistad de unos y las lecciones de otros.

En particular, recuerdo a mi padre y su empecinamiento en hacer de mí una buena persona. Parecía que eso era lo único que le importaba. Claro que le hubiera gustado que siguiera una carrera liberal, pero nunca me hizo un reclamo las veces que dejé estudios a medias o sin ejercer los concluidos. Cuando finalmente me vio actuar en una plaza pública, comunicó a la familia: «no se va a morir de hambre».

Y, cómo no, a su inseparable hermano, mi tío Pedro, que allá por los años sesenta me dio mi primera lección de pedagogía y mimo. Yendo de un extremo a otro de una habitación, mientras me repasaba una tarea, hizo como que se le salió un zapato y siguió caminando: «vas a olvidar mis palabras, pero esto no». Así fue, de ese día sólo recuerdo eso, que mientras caminaba se le salió el zapato. Ahora me pregunto si habría leído aquello de Confucio: «me lo contaron y lo olvidé; lo vi y lo entendí; lo hice y lo aprendí». Él era el deportista de la familia, pelotero empedernido; el artista: dibujante, pintor, músico; siempre con una guitarra a mano; bohemio impenitente. Cuando nos encontrábamos en alguna fiesta me llamaba a su lado porque, según decía, «un Arcos sólo bebe con otro Arcos».

Aún niño, pero ya caminando por mi cuenta (en esos días era posible), durante una celebración cultural china seguí a una comparsa vibrante y colorida hasta su base. Curioso, comencé a frecuentar sus reuniones, pero sólo como observador, desde la puerta. Hasta que un día: «¿Quiere aprender? Busca maestro; yo, no maestro». Sifu no buscaba alumnos, los ahuyentaba. Y aunque siempre se resistió a que lo llamase maestro, no sé decir qué no me enseñó; lo primero, que no hay atajos, que la única forma era repitiendo, pero siempre mejor.

Ahora bien, mi vida la he hecho en el teatro. Ésta comenzó cuando conocí a Reynaldo D’Amore, a quien me acerqué por unas clases de oratoria. Estaba en la universidad y quería poder expresarme como aquellos que proferían largas peroratas casi sin tomar aliento. Pero D’Amore decidió conducirme al teatro; primero, a la actuación; luego, a la enseñanza. Sus requerimientos básicos: puntualidad, atención, concentración, responsabilidad... pasaron a ser míos. En cierta ocasión, cuando después de un ejercicio de improvisación me comentó: «siempre haces de un vivo que se hace el tonto o un tonto que se hace el vivo», me sentí ampayado.

Ya en ese mundo, durante la primera muestra de teatro peruano, hice muchas amistades; una en especial, Aurora Colina. Nunca dejará de sorprenderme su solidaridad con el prójimo, sin importar el día ni la hora; a pesar de su severidad, una llamada a su puerta la comprometía personalmente.

Pero el escenario del teatro, como la vida, tiene sus arrieros. Por él transitan no sólo actores, también músicos, danzantes, oradores, ¡mimos!... Había llegado a ese mundo fascinante buscando el don de la palabra, pero sin darme cuenta había arribado a una disyuntiva. En esa encrucijada vino a socorrerme la maestra Georgina Martignoni. En una charla informal, en la que comenté lo descuidado de mi formación, propuso al director de la Escuela Argentina de Mimo darme una beca de estudios. Propuesta, felizmente para mí, secundada por Ángel Elizondo. La impronta de Ángel Elizondo en mi trayectoria como artista es innegable. Su discurso dejó una huella profunda que se puede ver fácilmente en aquellos que fuimos alumnos de su escuela.

En una de esas bifurcaciones por las que nos lleva la vida, en casa de la tucumana Alma García (cantora, poetisa, compositora, docente y coreógrafa) tuve la fortuna de conocer a Soo Nam Yoo, máximo exponente del Sipalki en el mundo. Luego de una amena conversación en la que hablamos de su arte, del mío y mis antecedentes en el Gông Fu, tuve el honor de ser invitado a su clase. Invitación que, abrumado por su generosidad, decliné con pretextos triviales, arguyendo que ya había pasado mi tiempo de comenzar. Excusa que él depuso con un contundente: «el momento de comenzar es cuando se comienza». Y aunque no fui un alumno regular, comencé; y qué no comencé después.

Pero no sólo de arte vive el hombre, qué sería la vida sin amor:

Silvia A., el amor inexorable. Su compañía alborozaba mis días. Su belleza me tornaba invisible —condición que yo prefería—. No recuerdo, de ese tiempo, haber dado una función sin ella en la platea.

Azul H., el amor inesperado. A pesar de nuestros reiterados esfuerzos, no hubo voluntad que pudiera librarnos de la pasión que nos aventuraba por la felicidad. Fueron cómplices la guitarra y el vino.

Y luego de un largo vivir por vivir: Diana A., el amor diamantino y definitivo. Pero... llegó con el crepúsculo del verano. ¡Qué mala jugada del tiempo!

En este punto, levanto mi copa y brindo: gracias por los sentidos; gracias por las emociones y los sentimientos; gracias por la palabra, el vino y el silencio...

lunes, 14 de junio de 2021

En el cine

Voy al cine,
Llego a la taquilla,
compro la entrada.
Extiendo la mano y no encuentro la de mi padre.
Me vuelvo, 
tampoco la de un hijo.
Hoy nadie me lleva por golosinas.
Sentado en una butaca,
no veo la película
sólo mi soledad.

viernes, 6 de julio de 2018

Para ti

Estaba acostumbrado a llegar a casa, 
recibir el saludo de la mesa de trabajo y el abrazo de mi cama; 
algunas veces: el barullo de niños, fiestas y riñas ajenas; 
otras: el café solitario y la silla vecina siempre vacía. 

Así discurría...

Pero irrumpiste, despertaste mi vida
y al irte: dejaste tu sombra a mi lado. 
Mi sonrisa cotidiana ha desaparecido 
porque hace mucho que no me sentía tan solo.

2018

viernes, 14 de septiembre de 2012

Emoticón

Frecuentábamos el mismo lugar por las mismas razones. Desde el principio tuve que esforzarme para que no me delatara una mirada, una sonrisa, una atención.

Un día dejé de verla sola. Paseaba complacida de la compañía de un galán. Yo seguía esforzándome para que no me delatara una mirada…

Pero un día que me dirijo a ella y le digo: «señora…», inclina ligeramente la cabeza, juega con sus cabellos, esboza una leve sonrisa y me informa que es soltera. El corazón me da un vuelco y me parece descubrir una insinuación en su mirada. Entonces me digo que son cosas mías, que me estoy engañando, que veo las cosas mal.

De pronto, en la empresa, una orden de gerencia nos pone en el mismo departamento. Como es habitual en estos casos, por el trabajo, intercambiamos números telefónicos.

Una noche, me envía un mensaje de saludo que contesto con un emoticón: una flor. En ese momento quedó abierta la aventura, el sueño, la ilusión. ¿Cuánto futuro tiene? No me importa.

Lima, otoño del 2012