Nos despedimos en la plaza. Ellos habían bebido algo de pisco; nosotros, cerveza. Nos fuimos camino a Choquechaca; teníamos frío y ganas de dormir. Llegamos agitados por la cuesta y la altura. Abro la habitación, ingresamos y nos preparamos para dormir.
En el cuarto de al lado duerme una pareja.
Al abrigo de la cama, llega el deseo; la noche es nuestra. Mientras avivamos las ganas, una tos impertinente la acosa, interrumpiendo de tanto en tanto la proximidad del éxtasis, hasta que, en un derroche de pasión, culminamos.
Ya a mi lado, me da un beso. Sobreviene entonces la calma.
De mañana, al calor de nuestros cuerpos, abrazados y con flojera, oímos una tos proveniente del cuarto vecino.
—¡Tú también! —dice él.
Nosotros reímos.
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